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21.3.07

7) La Historia de Yací Yateré - Segunda parte



Con atado de cigarrillos “Eigth” en mano y la gorra de cazafantasmas virtual en la cabeza nos dispusimos a buscar al duende. Encaramos para el monte siguiendo los ladridos de los perros del club que habían oído algo en el monte. Estaban todos atentos y en un segundo salieron ladrando todos hacia la misma dirección mientras a lo lejos se escuchaba lo que nosotros pensábamos era el silbido del Yací (o de algún familiar de Don Alegre que nos estaba jugando una broma). Con Zaparrancha como “ojos guía” nos metimos al monte y el silbido rápidamente cambio de dirección y todos los ladridos pasaron de un costado al otro. Decidimos dejar la búsqueda para mas tarde y volvimos al quincho en donde nos encontramos con Don Alegre y una docena de empanadas caseras ¡riquísimas! que la mujer nos había preparado. Don Alegre se despidió de nosotros y nos pusimos a comer las empanadas esperando que apareciera Don Julio para interrogarlo acerca de lo que el sabía del Yací Yateré. Don Julio totalmente escéptico nos afirmo que el Yací Yateré, el Pombero y otros son leyendas inventadas por los padres para que sus hijos no salgan de la casa a la hora de la siesta, la historia fue creciendo y empezaron a llenarlas de color: el hecho de que el duende silbe, según Don Julio, era para asustar a los pequeños de que si salían sin permiso y seguían los silbidos nunca iban a poder regresar al hogar porque el Yací se quedaba con los desobedientes, además venia al pelo el silbido dado que en misiones hay un pájaro (también llamado Yací Yateré) que pía como si silbara su nombre.
Desilusionados por el relato de Don Julio nos pusimos a hacer batalla, tomamos un poco de café y luego le pedimos prestada la linterna a Don Julio para recorrer el monte en busca de aventuras y a ver si pasaba algo con el Yací (no creemos en las brujas pero que las hay... las hay). Aventura encontramos: caminos resbaladizos, arañas camufladas como palos, ruidos extraños en las penumbras, sapos croando canciones rarísimas para nuestros oídos patagónicos, pero del Yací...del Yací nada. Llegamos hasta el camping municipal por medio de la jungla misionera, buscamos rastros de Julián (que nos había dicho cuando nos despedimos en Posadas que iba a pasar por Candelaria), pero nada. Dado que el camino por pleno monte había sido un poco complicado (Juan iba alumbrando con la linterna adelante y yo, 7 cm mas alta que el, me trague de lleno una ramita se incrustó en mi frente) decidimos volver por el camino. Llegamos al UPCN en donde nos esperaba alegre Zaparrancha.